Terremoto de México de 1985
A las 7 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, un sismo de una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter estremeció durante unos 2 minutos a las zonas centro, sur y occidente de México, pero en especial a la ciudad de México.
El epicentro del recordado terremoto de 1985 fue localizado en el océano Pacífico, específicamente en las cercanías del río Balsas ubicado en la costa de Michoacán. Mientras que a unos 15 kilómetros de profundidad de la corteza terrestre fue localizado el hipocentro de lo que sería uno de los mayores desastres naturales que padecería el Estado mexicano.
Desde el punto de vista geológico, la falla que provocó el sismo estaba localizada en la Brecha de Michoacán, que hasta entonces era conocida por su escasa o nula actividad sísmica. Las causas del sismo fueron producto del fenómeno de subducción que tuvo lugar en la placa de Cocos, en la corteza terrestre.
La magnitud de este sismo lo convirtió en uno de los más dañinos en la historia de México y, en especial, de la capital de ese país. Así mismo, tanto su intensidad como los daños que causó superaron al terremoto registrado en 1957 y que era considerado el peor hasta la fecha.
Consecuencias del terremoto de México de 1985
Un movimiento telúrico de la magnitud del acontecido en México en 1985 no puede pasar por alto la generación de grandes estragos en las estructuras arquitectónicas de los estados y las poblaciones afectadas.
A esta consecuencia propia de los movimientos sísmicos, se le sumó, en el caso mexicano, la inexistencia de mecanismos institucionales para atender desastres naturales de esta índole y, peor aún, de preparación educativa de la población para reaccionar ante este tipo de situaciones de riesgo.
La ausencia de protocolos de acción, de instituciones preparadas para la atención eficiente y oportuna de las víctimas, y de una población formada para enfrentar este tipo de desastres, implicó que imperara el caos en las ciudades, sobre todo en las primeras 20 horas después.
El 20 de septiembre de 1985, apenas un día después, hubo una réplica del sismo con una intensidad de 7.5 grados en la escala de Richter, lo que representó mayores estragos para la capital mexicana debido al colapso de una gran cantidad de estructuras que habían sido reblandecidas el día anterior y del daño de otras. Este segundo sismo también provocó un maremoto en las costas de Ixtapa-Zihuatanejo, que se vieron afectadas por olas de más de 1 metro y medio.
La precisión de los daños materiales y la cantidad de personas muertas y heridas durante el terremoto de México de 1985 no se conoció. Mientras que las cifras proporcionadas por el gobierno mexicano, fueron de entre 6 mil y 7 mil muertos, algunas organizaciones estimaron las pérdidas humanas en unas 20 mil. Unas 4 mil personas fueron rescatas de entre los escombros, incluso hasta 10 días después del terremoto. Además, se contabilizaron unos 33.224 damnificados que fueron distribuidos en varios albergues de la capital mexicana.
Así mismo, se estimó que unas 250 mil personas quedaron sin hogar y otras 900 mil tuvieron que abandonar sus casas ante los daños que sufrieron sus infraestructuras durante el sismo. Los cálculos totales en cuanto a los daños materiales dieron como resultado unos 8 mil millones de dólares.
Impacto del terremoto en la capital
Como se ha dicho hasta el momento, el terremoto de México de 1985 generó un caos generalizado en la población ante la inexistencia de mecanismos e instituciones de protección civil.
La ciudad de México estuvo enormemente afectada por el sismo y fue uno de los lugares en los que la situación se tornó más caótica. Entre los derrumbes de grandes edificios y de las viviendas, la suspensión del sistema de transporte público y la desesperación general de las personas para escapar de los edificios que habían colapsado, la situación que se vivía en la capital mexicana era agobiante.
Unos 50.500 edificios con los que contaba la ciudad de México sufrieron daños en su infraestructura. Los daños más importantes en las infraestructuras de la capital estuvieron centrados en los hospitales, donde se perdió un aproximado del 30 % de la capacidad hospitalaria de la ciudad.
También se reportaron daños en unas 1.568 escuelas, en más de 80 kilómetros de carreteras, y en las redes de abastecimiento de agua potable, lo que provocó, además, que varias colonias o sectores quedaran sin este servicio público.
Los daños en las redes de abastecimiento del servicio eléctrico implicaron que más de un millón de personas se quedaran sin electricidad, sin que pudiera restablecerse por completo el servicio hasta 96 horas después. Las pérdidas en este caso ascendieron a 1.300 transformadores, cuatro líneas de transmisión de 230 kilómetros y dos de 85 kilómetros, 8 subestaciones y más de 600 postes.
Surgimiento de instituciones para prevención y atención de desastres
Al momento del terremoto de México de 1985, el país no contaba con ningún tipo de estamento jurídico ni institucional que ofreciera directrices en materia de protección civil y atención de emergencias.
Aunado a esto, no hubo una respuesta inmediata por parte del gobierno nacional en la atención de la crisis generada por el terremoto y, por lo tanto, de las víctimas. Incluso, no fue sino 16 horas después cuando el presidente emitió un mensaje a la nación.
Ante la ausencia de reacciones y de medidas del gobierno, los civiles se encargaron de las labores de rescate de las víctimas que aún permanecían entre los escombros o atrapadas en estructuras a punto de colapsar, así como de la atención de los damnificados. La conformación de campamentos y de brigadas por parte de grupos de Scouts y de estudiantes de Medicina, Ingeniería y Ciencias fue vital para este proceso.
Además, inmediatamente surgieron las iniciativas civiles de donación de herramientas, alimentos, insumos médicos, así como el préstamo de vehículos particulares para el traslado de los heridos.
Luego del terremoto, fue implementado el Plan DN-III-E por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional, que tenía como fin aminorar los estragos que habían provocado los desastres naturales, así como coordinar el trabajo de las fuerzas armadas, los organismos públicos y las instituciones privadas en la intervención efectiva y oportuna para socorrer a la población afectada.
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